Este bulbo, muy popular en la cocina francesa, es prima de la cebolla, pero de sabor más aromático, delicado y ligeramente dulce -y menos picante que el del ajo-.
A diferencia de la cebolla, no es conveniente dejar dorar la chalota cuando se fríe porque se vuelve amarga y, por lo tanto, el sabor del guiso no será el esperado. Y a pesar de que también se puede consumir cruda, resulta mejor cocerla o freírla cuando se quiere dar un toque especial a los platos.
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